Más de 4.000 personas se presentaron a la última convocatoria para conseguir una de las 300 plazas de juez y fiscal. Ahora, los que aprobaron están en un periodo de prácticas tuteladas en las que realizan tareas de apoyo.
¿Qué tiene que ver la danza con el mundo del Derecho? Aunque parece que son dos profesiones totalmente opuestas, en ambas la disciplina y el trabajo duro para sacarlas adelante son el denominador común. Bien lo sabe Ana Duro, una madrileña que tuvo que dejar su puesto como bailarina profesional en una compañía de danza española de Zaragoza para dedicarse a tiempo completo a sus estudios para jueza, su otra gran pasión.
Esta actual jueza en prácticas es un buen ejemplo de lo difícil que es la carrera judicial, incluso antes de entrar en ella. En su caso, comenzó a preparar la oposición en septiembre de 2015, en 2018 llegó hasta el último examen y, por fin, en 2019 y con tan sólo 26 años, consiguió aprobar la convocatoria. Y es que los jóvenes que preparan estos estudios invierten una media de cuatro años y ocho meses en terminarlos con éxito, según datos del Consejo General del Poder Judicial y Opositatest. Eso sí, para lograrlo en este tiempo aseguran que lo hacen con una dedicación completa a esta tarea.
Una vez superada la parte teórica, los jueces entran en un periodo de prácticas tuteladas, que, por ley, tiene una duración mínima de cuatro meses. En esta fase, ejercen funciones de auxilio y colaboración junto a los titulares de los órganos en los que desarrollan las prácticas, y van rotando por todos los órdenes jurisdiccionales. Se trata de la mejor forma de "probar en directo" las diferentes áreas en las que se especializarán en un futuro, aunque, en realidad, empiezan este periodo con las ideas bastante claras. Tanto es así, que penal es la materia preferida en casi el 32% de los casos, seguido de civil, con un 23%. Áreas tan importantes para la economía española como mercantil o contencioso sólo atraen a los jueces en prácticas en un 3% y un 5%, respectivamente.
Estas preferencias son independientes del lugar de residencia de los estudiantes. Tanto es así, que la movilidad en los primeros años de la carrera judicial suele ser muy elevada, ya que es complicado conseguir a la primera la plaza deseada.
Así, Andalucía y Madrid se llevan la palma en cuanto al lugar de residencia de los jueces en prácticas con un 19% y un 18%, respectivamente, mientras que en el caso de otras comunidades altamente pobladas, como Cataluña, el porcentaje no llega al 8%. En la parte contraria y sin llegar ni siquiera al 1%, se encuentran Ceuta (0,19%) y Baleares (0,96%).
Motivaciones
Con muchos años de estudio a la espalda, ¿qué motiva a los estudiantes de Derecho a enfrentarse a una oposición tan dura? Las razones son variopintas, pero, entre ellas, destacan la independencia y la imparcialidad de su labor o por su función como garante de los derechos fundamentales. Motivaciones más prácticas, como la estabilidad económica o las posibilidades que da para conciliar la vida profesional con la personal, tienen menos peso en los jueces en prácticas, que aseguran en un 77% de los casos que hablan inglés. El francés es el siguiente idioma con más aceptación (23%), mientras que los cooficiales aún tienen poca presencia -el catalán es el que más se conoce, con apenas un 9%-.
Por otro lado, aunque siempre se ha pensado que la profesión de juez es una tradición familiar que pasa de padres a hijos, los datos que manejan Opositatest y el Consejo General del Poder Judicial lo desmienten. Tanto es así, que tres cuartas partes confirman que no tienen familiares que ejercen o hayan desempeñado labores dentro del sector jurídico. De los que contestaron afirmativamente, es, no obstante, la profesión de abogado la que más vocaciones ha dado (41%), mientras que tan sólo un 17% asegura que tiene magistrados o jueces en la familia.
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